Sabemos que para que una organización madure su propia cultura de seguridad no basta con una buena, hasta hermosa, definición de sus valores y principios.

El solo hecho de que las personas tengan conocimiento sobre las normas, aprendidas durante una capacitación o una campaña, no significa que se hayan generado cambios en sus modelos mentales y como consecuencia en sus comportamientos. El conocimiento sobre los riesgos y los estándares, sin duda, es importante para producir una competencia inicial, pero si no hay un contexto cultural propicio (congruencia de los líderes, participación, consensos), dicho conocimiento no logrará afectar su nivel de conciencia y, por lo tanto, los nuevos comportamientos no afectarán la cultura.

Partimos de una base: la gente no quiere lastimarse. La gran mayoría de los accidentes provienen de una combinación de factores donde el acto inseguro siempre está presente. Estos actos inseguros obedecen a impericia, imprudencia o negligencia de las personas o de la organización en su conjunto. La buena noticia es que estos factores se pueden gestionar.

El cambio cultural en seguridad no es algo abstracto ni misterioso, un proyecto bien conducido arrojará mejoras en el desempeño, medibles y sostenibles en el mediano plazo. El objetivo final del programa es promover un cambio positivo y permanente hacia la seguridad, a través del continuo mejoramiento / desarrollo de competencias en el plano de los Factores Humanos y Organizacionales.

En el modesto entender de CeTAP, este proceso será exitoso sí y solo sí cuando toda la organización asuma el compromiso genuino de liderar y hacer de motor de la mejora en HSE. Estaremos alcanzando la madurez cultural deseada cuando “la línea” de Gerencias y Supervisión reconozca que la seguridad y la salud de los trabajadores, así como el cuidado ambiental, son parte indisociable de sus tareas rutinarias y cuando su contribución a la misma sea un criterio de la Dirección para la medición del desempeño individual.

Esta premisa, basada en el cumplimiento de las responsabilidades de línea, fuerza al cambio de actitudes, conductas y hábitos que conforman además el propósito de un programa de Seguridad Basada en el Comportamiento.